lunes, enero 09, 2012

Una diverthistoria

Quería viajar a un mundo donde la fuerza de la voluntad lo lograse todo, donde volar fuese no darte cuenta de que ya no pisabas el suelo, un lugar en el que cruzar los dedos añadía posibilidades a que las cosas saliesen como él quería, donde gritar el nombre de una técnica de lucha hiciese que ésta fuese más fuerte, donde la gente se enamorara solo por conocer una misma canción en un bar y hablase durante 10 minutos, donde pasear por un bosque de noche fuese una aventura, y donde en una ciudad mirases al cielo y se viesen todas las estrellas. En general, quería un mundo de cuentos, de magia, y de camellos de seis rodillas.

Pero no, vivía en un mundo donde la voluntad solo servía para levantarse por la mañana y para pensar que no estaría de más levantarse a la mañana siguiente, donde volar se hacía con aviones y si no pisabas suelo te metías una hostia, donde cruzar los dedos era una superstición tan vana como meditar cuarenta días ayunando esperando que el plomo se convirtiese en oro, donde gritar una técnica de lucha sólo te hace parecer idiota, donde si conoces la misma canción que otra persona no tienes los cojones de ir a hablarle, donde pasear por un bosque de noche es pasear por un bosque de noche, y donde para ver todas las estrellas en una ciudad tienes que poner una bomba en la central eléctrica más cercana. En general, vivía en un mundo real, de ilusiones, y de camellos que bien podían ser dromedarios, pero que, en cualquier caso, tienen cuatro rodillas.


- Espera, espera ¿Esto no iba a ser una historia divertida sobre cosas estúpidas?
- Bueno, es una pseudohistoria decadente sobre cosas estúpidas.
- Y en qué se parece una cosa a la otra.
- En que las dos no tienen ni puta gracia.

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