domingo, noviembre 28, 2010

Tío.

Momentos después de que empezase a nevar en Bruselas.

- Tío, ¿te acuerdas cuando nos nevó en Bruselas?



Si el momento lo merece, para qué esperar a que pase tiempo para recordarlo.

viernes, noviembre 19, 2010

Conversación escatologica.

Bichu:
Es que no piensas en la gente que tiene que cagar.

Señor Gris Bala:
¡No en la que caga media hora!

Bichu:
Es que no sabes cagar.

Señor Albino:
Vamos, que yo no tardo media hora, luego es que me quedo ahí sentao.

Bichu:
Claro, pero estás a gusto, esperas a que caiga ese mojón solitario.

Señor Albino:
A que caigan esas tres gotitas de meado ya al acabar.

Bichu:
Y a que se te pase esa sensación que no sabes si es mierda, o son todavía las ganas de cagar.

Señor Albino:
Sí, te quedas ahí con el culo abierto, para ver si cae algo por la gravedad.

Bichu:
Es que el Señora Gris Bala no caga. Él echa mierda.

jueves, noviembre 18, 2010

miércoles, noviembre 17, 2010

Construyendo la realidad día a día.

"No dejes que una fuente te arruine una buena noticia".

Frase dicha por un periodista que ahora mismo está trabajando como tal.

Adoro esta puta carrera.

martes, noviembre 16, 2010

Assassin's Insectopía.

"Cuando arrivo a casa... ¡Ezio! Nescafé asesino para tutti la grebe".

sábado, noviembre 13, 2010

Brindo por las mujeres, brindo por el vino.

"Brindo por el mundo en el que vivimos. Que es exactamente el mismo que nos merecemos."

viernes, noviembre 12, 2010

Cosas que se pierde el Señor Albino.

Señor Gris Bala: Eso no es un canalillo, es un acueducto.
Bichu: ... ¿Cómo se llama el canalillo de un transexual?
Señor Gris Bala: ...
Bichu: Oleoducto.

jueves, noviembre 11, 2010

Ata2.

Ata entró en la oficina, miró la única e inmensa cola que había allí y se acercó al último de la fila.

- Disculpe. ¿Es esta la cola para... para... La verdad es que no sé muy bien que estoy buscando. - dijo Ata con cierta duda (muy cierta en realidad).
- Dado que es la única cola que hay, probablemente lo sea.

Echó un vistazo a la cola, había como 7 personas (inmensa cola) y se preguntó si todos estarían también allí para resolver misterios tan importantes como los suyos, o si estarían allí por algo de verdad. En su mente se preguntó por primera vez en el día cuál era su motivación, qué le impulsaba a coger autobuses y esperar largas colas, y por cuarta vez en el día se olvidó por completo del tema y volvió a los típicos pensamientos de un chaval de 19 años, que aunque el lector se sorprenda no trataban de porno, sino de comida, de cómo es posible que las espadas láser no sean un rayo prolongado hasta el infinito y de lo jodidamente irritante que le resultaba el pegamento detrás de etiquetas de las botellas.

Entre divagaciones llegó su turno, y entre divagaciones preguntó, y entre divagaciones le dijeron algo que no entendió, así que decidió reiniciar la conversación.

- Disculpe, me gustaría... uhm... saber algo de NaboRecórds, ¿es posible? - preguntó titubeante.
- ¿NaboRecórds? Vaya nombre, espérate que lo busco. - la mujer que le atendía tenía unos 37 años, 11 meses, 2 horas, 27 minutos y 12 segundos de vida, y si hubiese sabido que seguiría en su mierda de trabajo durante otros 30 años, que su marido la dejaría 29 años antes y que su hijo la metería en un asilo de mala muerte donde abusarían sexualmente de ella, tras lo cual se suicidaría comiendo betún para zapatos en grandes cantidades, quizás hubiese sido una persona amargada y hubiese tratado mal a Ata; pero no, ahora se sentía feliz porque por fin se había quedado embarazada y se había casado hacía 7 meses.
- Sí, es un nombre extraño, es que me encontré una cinta en el desván y bla blabla, blaba, blaba bla... - Ata comenzó a perder interés en la conversación y empezó a hablar con "bla".
- ¿Perdona? - la feliz mujer incluso se sentía mal porque pensaba que no estaba atendiendo al muchacho y le pidió que lo repitiera.
- Bla.
- ¿Bla?
- Sí.
- ... ... Vale, ya lo tengo, aquí está, NaboRecórds. Discográfica... Está a nombre Aurelio Marcos Martínez y... ya está.
- ¿No viene la dirección?
- No, eso tendrás que hacerlo por ti mismo, es el siguiente paso de tu aventura.
- ¿Mi aventura?
- Blabla, bla, blablabla... ¡Siguiente!

Ata salió de la oficina y apuntó mentalmente el nombre que le habían dado, y como mentalmente en verdad no puedes apuntar físicamente nada, no había nada apuntado, de tal modo que tuvo que volver a preguntar. Volvió al mismo edificio, esperó la misma cola, ni siquiera sabría decir si era la misma gente la que estaba, aunque supuso que sí, por qué el resto del mundo no iba a estar igual mientras él no lo veía. Preguntó de nuevo a la bienaventurada mujer, y esta vez escribió el nombre en un papel (uno no mental).


Si esto fuese una historia normal de aventuras o detectives, el nombre no vendría en la guía de teléfonos, o el señor Marcos Martínez habría cambiado de número hace mucho. Pero como este hombre ya había pagado entera la hipoteca de la casa, no se iba a ir de ella, y aunque lo hubiese hecho, no tendría por qué haber cambiado de teléfono. Así que, dado el carácter de esta historia, efectivamente, el nombre no venía en la guía, no obstante, dado también el carácter de esta historia, una paloma mensajera entró volando por la ventana del cuarto de Ata, con la dirección de Aurelio Marcos Martínez en un mensaje atado a su pata. El muchacho se llevó una grata sorpresa y reemprendió su búsqueda; por su parte, la paloma fue brutalmente asesinada por un lagarto arbóreo boliviano, pero en fin... palomas hay a patadas.

Ata fue rápidamente en autobús a la dirección indicada, que casualmente estaba en la misma ciudad. Llegó hasta el portal y la puerta estaba abierta, aunque no lo esperaban. Subió al 4º piso y llamó al timbre. Pocos segundos después se abrió la puerta aún con la cadena puesta.
- ¿Si? - preguntó con voz queda (con voz baja en realidad, pero queda mejor queda).
- Disculpe, necesito su ayuda. - rogó un poquito Ata.
- No atiendo ni a Testigos de Jehová, ni a pobres, vagabundos, gitanos, viejas misteriosas, hombres encapuchados, magdaleneros, scouts, mormones, vecinos ni tampoco a ninguna clase de persona que no haya contratado yo por dinero.
- ... Pero... ¡usted me ha contratado! - ahí Ata pensó rápido.
- ¿Tú eres Lurleen?
- Mmm... Sí. - demasiado rápido pensó.
- ¿Tú eres la sorpresa excitante de la agencia?
- Sí. Sí. - definitivamente, demasiado rápido.

Después de eso la puerta se abrió. Ata entró y (...).

(...).

(...) y sin ni siquiera tocar las judías con las alforjas de caballo Ata consiguió salir de la casa con los nombres de los tres componentes del grupo de "Los Lechugos".

Volvió a subirse a un autobús y regresó a casa, era ya tarde y mañana tenía que levantarse temprano para no ir a la facultad. Su primer nombre en la lista: Pedro Estévez Espinosa; mañana iría a por él con la débil resolución de querer descurbrir algo y no saber el qué, pero habiendo desayunado como es debido.

martes, noviembre 09, 2010

¿Será esto algo de escribidores?

El otro día recordé (no me acuerdo bien por qué) como en una ocasión, la típica ocasión en la que vas por la calle con sombrero nuevo, saludé a varias mujeres diciéndo "Con Dios, Señora" mientras levantaba el sombrero de modo educado. Al día siguiente, o un poco más tarde quizás, la Señora Muy Morado me dijo que su hermana le había dicho que una amiga suya se había sentido muy... "incómoda" (no me sale la palabra exacta) porque un chico (yo) la había llamado "señora", y se había sentido mal porque pensaba que se veía vieja, o mayor o algo así.

El caso es que esto me hizo bastante gracia, cosa normal por otra parte, y no recuerdo si me dediqué a pensar en ello como hice ayer. Lo que ayer pensé fue lo siguiente: Cómo puede ser que algo que dije sólo para imitar a tan ilustre personaje como es Lenny de Los Simpsons, fuese interpretado de forma tan onerosa (para los de la LOGSE, la cosa mala) por una persona que ni siquiera conocía, que sigo sin conocer, que no quiero conocer, y que su vida me importa un poco menos que nada (no me entendáis mal, a lo mejor la chica es buena gente); alguien que no concebía como persona, solo como elemento móvil que pasaba por la calle y que era blanco directo de mi chascarrillo en aquel momento. Cómo esa persona puede sentirse indignada por algo que no iba para ella, era el destinatario sí, pero en ningún modo el objetivo de mis actos.

Ahora siento como si esa muchacha no tuviese derecho a sentirse mínimamente herida con mis palabras, son mías, eran mías. Conocí su versión de la historia por pura casualidad, pero ahora sé que se puede aprender de esto que todo acto tiene una consecuencia en el mundo exterior, que ni te planteas ni quieres planteártela realmente en estos casos, pero que está ahí, invisible la mayoría de las veces.

Aunque no es normal que dedique tres párrafos a una frase dicha con un sombrero en la mano, un servidor no puede más que hablar de ella. El capitalismo es la mejor forma de gobierno que existe, para más ensayos cambien de blog... eh, no... casi mejor que no cambien de blog.

lunes, noviembre 08, 2010

Tetrapolar, de los 4 polos.

Acabo de fijarme en que hexapolar (tener 6 personalidades) es fácilmente confundible con extrapolar.

PD: Que conste que podría haber hecho el chiste de que extrapolar es tener una personalidad extra. Y no lo he hecho... ¡Oh! ¡Mierda!

domingo, noviembre 07, 2010

Ata.

Esta es la historia de una búsqueda, una búsqueda que empieza como tantas otras: encontrando algo.

Lo que nuestro protagonista encontró, en ese típico desván donde se encuentran cosas, ese típico desván americano que no tiene el 84% de las personas que viven en una ciudad, aunque mi historia se sitúa en una, fue una vieja maqueta grabada en un cassete, de un grupo llamado "Los Lechugos".

Miguelín escuchó la cinta, tenía 11 canciones, 8 en la cara A, y el resto (3, por si eres de letras) en la cara B (la cara C no se usaba por razones de inexistencia). Los títulos eran los siguientes: Somos Los Lechugos, Mirando la patata mohosa, Todo el mundo sabe que Mark Lenders era gitano, Cantamos en cursiva, Y AHORA EN MAYÚSCULAS, Yo no creo que violar a Pétalo sea malo y ahora os contaré el porqué, 2 y 2 son 5 porque lo decía mi profesor, Esta es nuestra última canción, ¡Qué no! Que era coña, No necesito ser feliz para beber, Ni para drogarme, pero que conste que no me drogo. Lo más curioso curioso de todo es que cada canción estaba cantado en un estilo distinto, menos la 6, que era instrumental, y la 11, que era totalmente hablada.

Por el resto de la cara B solo había predicciones de futuro y una forma de cocinar una estupenda sopa.

Miguelín fue a preguntarle a su padre sobre la cinta.

- Papá, ¿esta cinta es tuya? - preguntó Miguelín, como dije antes.
- ¡Coño! La cinta de Los Lechugos, no la veía desde que guardé en el desván para no tener que volver a verla jamás. Gracias, hijo. -contestó amablemente Rodolfo, el padre de Miguelín.
- ¿Quiénes eran estos?
- Pues no sabría decirte, mi memoria falla casualmente ahora respecto a ese tema.
- ¡Qué casualidad, papá!
- Lo sé hijo... Pero oye. Tengo una idea. ¿Por qué no dejas de ir a clase durante unas semanas y te dedicas a investigar el origen de la cinta?
- ¿A qué coño viene eso? - preguntó extrañado el muchacho.
- No sé, me pareció una buena idea higo.
- ...Hijo.
- ¡Eso!
- Ya no sabes ni hablar pepi.
- Papi.
- ¡Eso!

Miguelín hizo caso a su padre por primera vez desde que intentó usar la psicología invertida para tratar de que se duchase e hizo una mochila preparado pasar una inolvidable aventura (o no) por las calles de la ciudad.

Miguel Antonio Rubio Rojo era un muchacho de pelo oscuro, y de ojos negros, no se parecían en nada ni al tizón, ni al azabache, ni a la oscuridad de la noche dentro de una cueva sumida en la desesperanza, de hecho, eran marrones oscuros, y no negros, los ojos negros no existen. Tenía una estatura de apróximadamente 1 metro y 71'2147897914 centímetros (decimal arriba, decimal abajo) y pesaba entre 65 y 68 kilos, según la ropa que llevara y cuanto tiempo llevaba sin ir al baño. Solía vestir de marrón, que no de negro como sus ojos, y casi siempre llevaba ropa ancha, y también casi siempre una pulsera hecha con conchas que simbolizaba la amistad entre dos amigos que había comprado en un chino él mismo. Era joven de pocas palabras y muchos eructos. No era demasiado listo, pero a fuerza de jugar a rol durante 7 años de su vida había adquirido cierta habilidad para resolver situaciones donde hubiese que buscar información (y donde hubiese que matar ciertos monstruos, o huir de ellos, según la situación).

Empezó su aventura, y sacó de su mochila su portátil, lo puso sobre la mesa de su cuarto y se conectó a internet. Miró Tuenti, Facebook, paseó por sus blogs habituales y luego buscó en Google la discográfica que figuraba dentro caja de la cinta. NaboRecords no existía (al menos como discográfica), así que su siguiente paso fue buscar en Google y luego en GoogleMaps donde se encontraban los registros de la propiedad en la ciudad. Tras unos cuantos quebraderos de cabeza y de rechazar invitaciones a eventos, salió a la calle.

No era un día bueno, ni de tiempo ni de gente, la gente es mala; pero Miguelín se sentía bien, pensaba, muy en el fondo, casi sin pensarlo de verdad, que las tonterías son lo que dan sentido a la vida, nada de complejas ecuaciones matemáticas, y si hubiese conocido la frase de "La gente se pierde las pequeñas alegrías esperando la gran alegría" estaría completamente de acuerdo con ella, pero por desgracia, no era un hombre cultivado (o culto).

Fue en autobús hacia el registro. Durante el trayecto pudo haber pensado como la vida pasaba poco a poco frente a él mientras miraba por la ventana, y como todo parece moverse sin sentido, pero con un mismo fin, pero no, se enchufó los cascos y empezó a escuchar canciones sobre como la vida pasa poco a poco frente a uno, y todo parece un caos, pero siempre se va hacia alguna parte, y en el camino vas rimando.

Una señora se le acercó mientras miraba por la ventana y escuchaba una canción, mientras en su mente él se preguntaba cómo era posible que por estadística, de cada 20 intentos de correr, se tropezase siempre una vez. La mujer, entrada en años, muy entrada en años (los años parecían haber hecho una pancarta conmemorativa diciendo "aquí estamos"), le preguntó si el asiento de al lado estaba libre, cosa que la mujer, Miguelín y los años de la mujer sabían perfectamente.
- Ehm... Sí, lo está. - mientras Miguelín pronunciaba estas palabras, la anciana se sentaba.
- Muchas gracias, eres muy amable, ya no quedan jóvenes amables como tú. - dijo la viejecita, soltando el mismo discurso que soltaba siempre en los autobuses.
- Sí, parece que va a llover. - respondió Miguelín, que aún llevaba los cascos.
- Pues sí, la juventud de hoy en día... - la ancianita llevaba sonotones, así que la conversación fue perfecta.
- Se ha nublado muy rápido.
- ¿Sabes? Tengo un nieto de tu edad. - en realidad el nieto le sacaba a Miguelín 19 años.
- Bueno, esta es mi parada.
- Encantada de haberte conocido Miguelín.

Si Miguelín hubiese escuchado un poco más a sus mayores, quizás se habría preguntado por qué esa mujer muy entrada en años sabía su nombre, pero eso es algo que quedará siempre en el olvido, y no será otra historia que será contada en otro momento. Al bajarse del autobús quedó prácticamente delante de su destino, miró con aire decidido al edificio y masculló.

- Así que esta es la oficina de registro. Pues no parece tan grande.
- Ni que tú supieses cómo de grande era. - respondió una voz grave.
- Pero me lo imaginaba más grande.
- No te lo imaginabas. - este zagal de 24 años leía la mentira perfectamente en los ojos de Miguelín.
- Vale, no.
- Me llamo Juanma.
- Yo Ataulfo.
- Mentira.
- ¿Cómo que no? Mira mi carné de identidad.
- ¡Oh! - exclamó al contemplar la verdad.

Realmente Miguelín se llamaba Ataulfo Antonio Rubio Rojo, nunca sabré por qué me equivoqué de nombre, pero el caso es que Ataulfo había encontrado a su primer compañero de viaje.

- Bueno, me tengo que ir. Encantado de concocerte. - dijo Juanma mientras se daba la vuelta.
- Igualmente, Adiós. - y Ataulfo (Ata a partir de ahora) se despidió de Juanma para siempre.

Y esa es la historia del compañero de viaje que le duró más o menos 13 segundos a Ata.

sábado, noviembre 06, 2010

Entrada codificada.

Te han pasado hipotéticamente 10 años del sentido de la vida y solo he derramado sake dos veces en tu honor. No sé si te merecías más, probablemente no. Estoy casi seguro de que no, pero a veces entran ganas.

Sólo se recuerda a los caídos cuando cumplen años los días de guerra, y se recuerdan de forma muy hipócrita, no te acuerdas antes porque es muy fácil no hacerlo, solo lo haces a veces cuando ves un color que se le parece.

No sé por qué ocurre, no sé por qué pasa, sólo sé que no importa que pase, que es normal, que tengo 20 años, y que madurar no significa dejar de llorar.

Que esto no va de elegías, va de un juego, en el que las normas se rompen y el peón pasa a ser rey, no sin que antes el anterior haya abdicado. Lo único que pesa en la corona son las joyas que se han heradado.

Me gustaría tirar por tierra la poca codificación que yo veo, pero no pasa nada, hay a quien no necesito codificarle nada. Si esto es un texto que me recuerde como estoy ahora, debe recordar también que en este momento, a 4 kilómetros de distancia, no estoy solo.

viernes, noviembre 05, 2010

Duda existencial platónica.

Según el diccionario de la R.A.B. (Real Academia Bichuana) una Duda Existencial Platónica es una mutación producida en una duda existencial, en la cual dicha duda nunca llegará a resolverse; normalmente nunca se resolverá porque el afectad@ por tal duda no quiere que se resuelva. Ej:

* ¿Quién coño ha meado en mi almohada? ¿Mi hermano pequeño o el perro?
* ¿De quién serán estos 200€ que me he encontrado tirados por la calle?
* Dime que es@ tí@ no está intentando ligar conmigo.
* ¿Cómo ha llegado este pelo púbico a mi boca? ¿Y es mío o de otra persona?
* ¿Calorías? Los bocadillos de mantequilla con chocolate no tienen calorías ¿verdad?