jueves, noviembre 11, 2010

Ata2.

Ata entró en la oficina, miró la única e inmensa cola que había allí y se acercó al último de la fila.

- Disculpe. ¿Es esta la cola para... para... La verdad es que no sé muy bien que estoy buscando. - dijo Ata con cierta duda (muy cierta en realidad).
- Dado que es la única cola que hay, probablemente lo sea.

Echó un vistazo a la cola, había como 7 personas (inmensa cola) y se preguntó si todos estarían también allí para resolver misterios tan importantes como los suyos, o si estarían allí por algo de verdad. En su mente se preguntó por primera vez en el día cuál era su motivación, qué le impulsaba a coger autobuses y esperar largas colas, y por cuarta vez en el día se olvidó por completo del tema y volvió a los típicos pensamientos de un chaval de 19 años, que aunque el lector se sorprenda no trataban de porno, sino de comida, de cómo es posible que las espadas láser no sean un rayo prolongado hasta el infinito y de lo jodidamente irritante que le resultaba el pegamento detrás de etiquetas de las botellas.

Entre divagaciones llegó su turno, y entre divagaciones preguntó, y entre divagaciones le dijeron algo que no entendió, así que decidió reiniciar la conversación.

- Disculpe, me gustaría... uhm... saber algo de NaboRecórds, ¿es posible? - preguntó titubeante.
- ¿NaboRecórds? Vaya nombre, espérate que lo busco. - la mujer que le atendía tenía unos 37 años, 11 meses, 2 horas, 27 minutos y 12 segundos de vida, y si hubiese sabido que seguiría en su mierda de trabajo durante otros 30 años, que su marido la dejaría 29 años antes y que su hijo la metería en un asilo de mala muerte donde abusarían sexualmente de ella, tras lo cual se suicidaría comiendo betún para zapatos en grandes cantidades, quizás hubiese sido una persona amargada y hubiese tratado mal a Ata; pero no, ahora se sentía feliz porque por fin se había quedado embarazada y se había casado hacía 7 meses.
- Sí, es un nombre extraño, es que me encontré una cinta en el desván y bla blabla, blaba, blaba bla... - Ata comenzó a perder interés en la conversación y empezó a hablar con "bla".
- ¿Perdona? - la feliz mujer incluso se sentía mal porque pensaba que no estaba atendiendo al muchacho y le pidió que lo repitiera.
- Bla.
- ¿Bla?
- Sí.
- ... ... Vale, ya lo tengo, aquí está, NaboRecórds. Discográfica... Está a nombre Aurelio Marcos Martínez y... ya está.
- ¿No viene la dirección?
- No, eso tendrás que hacerlo por ti mismo, es el siguiente paso de tu aventura.
- ¿Mi aventura?
- Blabla, bla, blablabla... ¡Siguiente!

Ata salió de la oficina y apuntó mentalmente el nombre que le habían dado, y como mentalmente en verdad no puedes apuntar físicamente nada, no había nada apuntado, de tal modo que tuvo que volver a preguntar. Volvió al mismo edificio, esperó la misma cola, ni siquiera sabría decir si era la misma gente la que estaba, aunque supuso que sí, por qué el resto del mundo no iba a estar igual mientras él no lo veía. Preguntó de nuevo a la bienaventurada mujer, y esta vez escribió el nombre en un papel (uno no mental).


Si esto fuese una historia normal de aventuras o detectives, el nombre no vendría en la guía de teléfonos, o el señor Marcos Martínez habría cambiado de número hace mucho. Pero como este hombre ya había pagado entera la hipoteca de la casa, no se iba a ir de ella, y aunque lo hubiese hecho, no tendría por qué haber cambiado de teléfono. Así que, dado el carácter de esta historia, efectivamente, el nombre no venía en la guía, no obstante, dado también el carácter de esta historia, una paloma mensajera entró volando por la ventana del cuarto de Ata, con la dirección de Aurelio Marcos Martínez en un mensaje atado a su pata. El muchacho se llevó una grata sorpresa y reemprendió su búsqueda; por su parte, la paloma fue brutalmente asesinada por un lagarto arbóreo boliviano, pero en fin... palomas hay a patadas.

Ata fue rápidamente en autobús a la dirección indicada, que casualmente estaba en la misma ciudad. Llegó hasta el portal y la puerta estaba abierta, aunque no lo esperaban. Subió al 4º piso y llamó al timbre. Pocos segundos después se abrió la puerta aún con la cadena puesta.
- ¿Si? - preguntó con voz queda (con voz baja en realidad, pero queda mejor queda).
- Disculpe, necesito su ayuda. - rogó un poquito Ata.
- No atiendo ni a Testigos de Jehová, ni a pobres, vagabundos, gitanos, viejas misteriosas, hombres encapuchados, magdaleneros, scouts, mormones, vecinos ni tampoco a ninguna clase de persona que no haya contratado yo por dinero.
- ... Pero... ¡usted me ha contratado! - ahí Ata pensó rápido.
- ¿Tú eres Lurleen?
- Mmm... Sí. - demasiado rápido pensó.
- ¿Tú eres la sorpresa excitante de la agencia?
- Sí. Sí. - definitivamente, demasiado rápido.

Después de eso la puerta se abrió. Ata entró y (...).

(...).

(...) y sin ni siquiera tocar las judías con las alforjas de caballo Ata consiguió salir de la casa con los nombres de los tres componentes del grupo de "Los Lechugos".

Volvió a subirse a un autobús y regresó a casa, era ya tarde y mañana tenía que levantarse temprano para no ir a la facultad. Su primer nombre en la lista: Pedro Estévez Espinosa; mañana iría a por él con la débil resolución de querer descurbrir algo y no saber el qué, pero habiendo desayunado como es debido.

1 comentario:

Señor Rubio dijo...

¿Palomas? ¿No querrás decir ratas voladoras?