viernes, enero 27, 2012

La ensalada de verano.

Odio ¿Cómo había llegado hasta ahí? No podía recordarlo. Desearle mal a alguien, todo mal posible, ¿en qué momento se había convertido en ese tipo de persona? No es que su mayor deseo fuese la paz mundial, pero... ¿dañar a alguien? ¿Dañarlos a todos? No sabía qué había ocurrido. Mientras vivía siempre pensó que el odio era propio de gente que no era como él, propio de los demás, de las personas infelices. Era eso. Era infeliz. Nunca lo había sido antes, sólo recordaba haber pasado la mayor parte de su vida estando cómodo consigo mismo, ni excesivamente feliz, ni infeliz. Aunque desde hacía poco había sido muy dichoso. Claro, eso era, había llegado a ser muy feliz ¿Por qué? Había amado, querido a alguien. No como se quiere a un padre, una madre o un hermano. Amaba a alguien que él había elegido, que no sentía haber nacido con la necesidad de quererla, y esa persona eligió quererle a él ¿Qué pasó? ¿Cómo llegó de esa felicidad a este odio? Un sentimiento se había convertido en otro ¿Por qué? Fue la decepción, que se volvió traición. Y esa traición acabó en odio. Verdadero odio. Solo puede odiarse verdaderamente lo que has querido. Mientras era feliz, no solo quería a la persona, también estaba feliz con el resto del mundo. Ahora no era así, no sólo odiaba a quién se merecía su odio, odiaba también al resto. No, el mundo también se lo merecía, antes era feliz con él y ahora no. De forma irracional pero imparable, el mundo debía ser odiado.

Y se consumió.

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