lunes, septiembre 12, 2011

(De entre los muertos)

Hace tiempo construí una teoría que se basaba en que las personas se asientan sobre pilares para poder mantenerse vivos y, en lo posible, felices. Esos pilares pueden ser cualquier cosa: familia, amigos, pareja, religión, aficiones, etc.

A medida que avanza la vida, se construyen nuevos pilares y se caen otros, unos crecen y otros menguan. Se supone que siempre te sostienes sobre el pilar más alto, sea el que sea; y si éste cae, aterrizas en el siguiente. El problema viene cuando la diferencia de un pilar a otro es demasiado grande. Si, por ejemplo, tienes a Dios en lo más alto, y, por lo que sea, abjuras de él y caes a tus aficiones, quizás el shock sea demasiado grande y difícil de soportar. El ejemplo puede ser cualquier, te quedas sin amigos, te deja tu pareja, te alejas de tu familia...

He desarrollado hace poco cierta subteoría, un corolario: antes de caer, un pilar puede tambalearse, parecer que se va a destruir; pero no tiene por qué. Incluso, y es aquí donde me encuentro en este momento, puedes tener la sensación de que se tambalea, aunque no tengas ningún motivo, o no sea lógico pensar así. Esto último, en un derroche de imaginación, lo he venido a llamar "vértigo".

Creo que tengo vértigo.

¡Rahat!

1 comentario:

Pablo Herrera dijo...

Estoy de acuerdo contigo, yo también pienso en eso de los pilares.
Cuando se cae ese pilar alto y tienes que rehacer tu vida yo siempre lo he llamado shock, y he defendido que es lo más recomendable para no dejar nunca más que un pilar sobrevuele los demás.
Agárrate bien y sobrevive a ese vértigo.