martes, junio 17, 2008

"Ya puedo morir en paz".

Otro día como otro día cualquiera ----, mientras estaba comiendo, encendió la televisión. Al tiempo que degustaba sus canelones calentados al microondas, en la tele se escuchaba "Treinta y siete muertos más solo en la región Geliel del país, a estas alturas aun se desconoce la causa de estas muertes y de las ya más de seiscientas cincuenta que se han ido sucediendo, sin conexión aparente, en los últimos días".

Esta noticia, lejos de impactar a ----, le provocó cierta curiosidad, sin embargo, continuó tragando carne y bechamel como si la noticia fuera que la bolsa ha bajado dos puntos y medio. Pensaba que se trataba de un virus desconocido, y en su imanación exacerbada pensó en una organización criminal secreta o extraterrestres que por algún motivo desconocido causaban dichas muertes.

Los días pasaban y seguía habiendo defunciones por razones desconocidas. Pero esto no le preocupó a ----, era el día de su boda. Había estado preparando ese momento durante años. Tras todos los arreglos y demás parafernalias con motivo de la celebración, el curso de su historia llegó hasta el altar. Cuando el cura pronunció las típicas palabras y los novios dijeron "Sí, quiero", Maribel, la muy reciente esposa de ----, le dijo al oído "Ya puedo morir en paz"... Segundos después Maribel se desmayaba y, tras un breve paso por el coma, su corazón se paró.

La muerte de Maribel constituía la número 4938 en la región de Geliel, la única donde estas extrañas muertes ocurrían.

---- comenzó a investigar todo esto, reunió varios datos, habló con decenas de personas, solo pudo llegar a una conexión entre todas las personas que habían muerto, y aun así no de todas estaba seguro, muchas personas murieron en momentos de celebración: cumpleaños, bodas, fiestas, reuniones de amigos, e incluso varios casos de personas a las que les había tocado la lotería o volvían de un viaje del extranjero.

Días pasó pensando en cómo podría eso afectar al corazón, consultó a varios médicos y científicos, lo único que le pudieron decir es que si que es cierto que en momentos de felicidad (como las celebraciones) el corazón se acelera, pero no llega al extremo de pararse. Pensó en algún tipo de virus que afectara al corazón, y que al excitarse la este hiciera un sobreesfuerzo y se parase. Pero no tenía ninguna prueba.

Todo esto le obsesionaba, llevaba meses sin trabajar, sin dormir, sin comer, ahora mismo el único objetivo de ---- era resolver la muerte de Maribel. Una noche, medio dormido en su escritorio, delante del ordenador, vio una foto de su mujer y recordó sus últimas palabras... "Ya puedo morir en paz"... Después de recordarlo, y de la posterior melancolía que conllevó eso, empezó a imaginar como se sentiría luego de resolver el misterio, estructuró en su cabeza una imagen de él resolviendo el enigma, con el motivo escrito en un papel que no podía leer, solo sabía que su yo de la mente estaba feliz, y se vio a sí mismo repitiendo las últimas palabras de su mujer: "Ya puedo morir en paz", tras esto, su yo futuro cayó desplomado.

De pronto, se incorporó de la silla en la que estaba, dejó la imaginación a un lado y lleno de efusividad pronunció las palabras "¡Ya está, ya lo tengo! Ya puedo morir en paz". Lógicamente, ---- se fue abajo como peso muerto y su corazón dejó de latir.

En un papel, bajo la cabeza inerte de ----, estaba escrito: "Dios no perdona a la gente que piensa que ya no tiene nada que hacer en este mundo".

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