miércoles, febrero 04, 2009

Cuando el amarillo se torna verde.

Todo comenzó el día en el que dos limones decidieron presentarse en nuestra nevera. Los limones, como bien sabe todo el mundo, no se comen, se exprimen. Se exprimen para sacar su jugo y rociar con él alimentos mas sustanciales.

Poco tiempo después de llegada de estos ácidos frutales (poco tiempo expresado en términos humanos, en términos limonescos evidentemente mucho más), ocurrió un hecho común entre las gentes inácidas (comúnmente llamadas "humanos").

Este hecho, que no es común en la tierra donde los limoneros dan más sombra que las damas de acero. Y que tampoco es conocido en el lugar a donde van a parar los limones caídos que, aunque son tratados como desertores por sus compañeros aún arramados y ahojados, siguen siendo limones, hecho irrevocable estén en el glacial de la ciudad en que estén.

Lo que aquí es llamado "un hecho", debería ser llamado "El Hecho" en nomenclatura limonística, pues marca un antes y un después en la vida de un limón. "El Corte". El limón se corta por la mitad, se secciona, se divide, se dicotomía.

Sin embargo, contrariamente a lo que se cree en la cultura de los carentes de orden interno distribuido por gajos, no se parte a un limón por la mitad, se divide a dos limones que están unidos.

No existen "limones" y "limonas", los citrales amarillos están por encima de las diferencias de sexo. Ellos se unen para sobrevivir, uno sin el otro no puede existir, pues no existen, coexisten.

Cuando el ser inácitrado lleva a cabo la ejecución del denigrante corte, separa dos entes destinados a estar juntos desde que en el pasado se programara el devenir de los tiempos. ¡Tal es la superioridad de los seres de jugo rojo! ¡Tal es la superioridad que piensan que por derecho les corresponde!

Cuando nuestros dos limones fueron brutalmente divididos tras sacarlos del glacial secundario que es nuestra nevera, uno fue exprimido y otro fue olvidado...

Solo el Gran Limón podría discernir cual de las dos penalidades fue más sufrida. Me atrevería a aventurar, que la segunda, pues, aunque después de ser exprimido se pasa a un infierno de plástico a veces negro, a veces azul, a veces de cualquier otro color, al menos, después de eso se te acaba el dolor.

La segunda opción, el olvido es más denigrante, te marchitas en tu soledad, sin la compañía que has tenido durante todas las edades de tu vida. Se muere solo, sí, es horrible, pero antes de eso se pierde la identidad, lo que hace que un limón sea un limón.

Cuando el amarillo se torna verde no hay nada que hacer, un limón ya no es un limón, ha partido hacia su irrevocable viaje al templo de los marchitos, donde no hay cabida para los sanos de espíritu y solo se predica la soledad y el autismo. Supongo que es mejor un infierno de plástico que un purgatorio de lo aislado.

Cuando un limón no es amarillo, deja de ser un limón.

1 comentario:

B. D. dijo...

como ya dije antes esta historia vierte muchas mentiras sobre los limones y blablabla..en fin el mismo rollo de antes solo que ahora no apestas (puto aprobado en lengua)