miércoles, noviembre 21, 2012

Ojalá que llueva café en el campo

Se dedicó a salir de la ciudad, a pata, quizás porque no le gustaba el coche o la bicicleta, o quizás porque no tenía dinero para un coche o una bicicleta. Fue dejando atrás carreteras con semáforos y rotondas con fuentes o estatuas, y empezó a ver rotondas sin fuentes ni estatuas; dejó atrás edificios construidos donde vivían personas para ver edificios a medio construir donde malvivían personas, y al cabo de un rato, terrenos sin edificios donde muy probablemente morían personas. El jaleo, el ruido, la velocidad, todo lo fue dejando atrás, y cuanto pudo dejar a un lado la carretera se metió en un campo, con el objetivo puesto en un bosque que parecía que estaba muy cerca, pero cuanto más se acercaba más iba pensando "¡Joder! Pues no está tan cerca". Al final consiguió llegar hasta allí. Y vio que había otras personas haciendo barbacoas y jugando al voleibol, personas que casi seguro habían tardado bastante menos en llegar allí ya que iban motorizadas.

No le importó la presencia de esas buenas (o no) gentes, y se limitó a adentrarse un poco más en el bosquecillo, que estaba mucho menos compacto de lo que le pareció al principio. Recorrió lentamente un camino no trazado por nadie, hasta que, cansado, se sentó en un tronco, donde se manchó un poco los pantalones de resina, cosa que no notaría hasta que él mismo o alguien tocase su culo (esperaba que fuera una señorita quien lo hiciera, pero quizás saldría un pelín asqueada al tocar algo pegajoso en el culo de un hombre).

Y estando allí, sin nadie alrededor, se encontró sonriendo. En paz y con alegría.

No le gustaba el café, ni estaba lloviendo, pero había un campo, y en su cabeza muchos "ojalá". Ninguno de ellos era que lloviese, y mucho menos que lloviese café, porque pringa y luego huele muy fuerte en la ropa. Ojalá tal... Ojalá cual... Ojalá... Ojalá siempre tenga paz y alegría. Sabía que un ojalá no era una realidad, y que ciertos deseos nunca se cumplirían, pero ¡ey!, por desear que no quede. Y en un momento, deseó realmente que lloviese café en el campo, como decía la canción. No le gustaba el café y no quería pringarse de él, ni volver a casa embarrado por la lluvia, pero en fin... sería divertido.

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