Tengo ganas de escribir en triste.

Su autoautismo empezaba a aflorar de nuevo, ya le había pasado antes, pero esta vez era más fuerte. Al principio, miraba tumbado las estrellas, luego se movió hacia delante, alejándose un poco del grupo, miró a otros grupos de gente, cada uno en su mundo, en su comuna, al tiempo se sentó.

Desde que empezó llevaba puesto lo que un amigo hace tiempo llamaba "su oxígeno", que no era otra cosa que un MP3 con música bastante variada. De vez en cuando, escuchaba una de las canciones que él consideraba alegres y se animaba, e incluso cantaba; sin embargo llegó el momento de escuchar la canción que él consideraba melancólica, una canción preciosa para su gusto, pero que cuando estaba en modo pensativo, le evocaba recuerdos no muy buenos.

Varios amigos se acercaban a él, unos le preguntaban que qué le pasaba, a lo que él respondía que nada, que simplemente estaba en su día autista; otros, en cambio, se acercaban y, con más tino que los anteriores, le hablaban, no sobre su estado de ánimo, sino de cualquier tema banal, cotidiano o absurdo, cosa que agradecía mucho.

En fan, el tiempo pasó, las gentes se movieron, y como siguiendo a la marea, él también. Con su paso vagabundino, y reanimándose un poco, llegó al lugar al que iban, entró y salió, estuvo allí pocos minutos.

Después de que la expedición saliera y decidiera ir a otro sitio, recuperado ya de ese atisbo de elocuencia, continuó con la funesta marcha a otra cueva. No aguantó tampoco en esa y se fue, sus congéneres salieron a buscarle, casi forzándole a entrar consiguieron que atravesase la puerta y entrase hasta que ellos decidieran marcharse.

Después de salir, el grupo se segmentó, y acabó yendo por las calles con la gente restante a la cual acompañó a su morada.

Después de volver a casa, pensó en por qué había estado así, y muy acertadamente lo descubrió...