viernes, diciembre 02, 2011

La ley del mendigo.

En realidad, no eran mendigos (ni "méndigos", como dicen por ahí), eran un chaval canadiense y una chica de Portland, que se fueron de viaje hace dos años por el mundo y acabaron casualmente en la Alameda de Hércules, en Sevilla; casualmente cerca de donde mis compañeros de clase y yo estábamos echándonos unos vodkas y unas cervezas; y casualmente me dio por preguntarles si hacían el Camino de Santiago.

No lo hacían, pero me contaron su historia, una historia que aún con mi inglés de instituto pude entender. Iban a pasar la noche en una casa okupa, pero yo, en esos derroches de originalidad, arrojo, y estupidez, que de vez en cuando me caracterizan... los invité a dormir en mi casa... varios días.

¿Tuve en cuenta a mis compañeros de piso? Pues no mucho, porque si normalmente me llevo amigos a dormir, qué importa que me lleve desconocidos que no tienen donde dormir. Pero así es el mundo, y los compañeros te dicen que ellos no lo habrían hecho, y que se sienten algo incómodos con los visitantes. Así va el mundo.

Si estuvieses yendo de mochilero por el mundo, y te encontrases en una situación similar a la de ellos, ¿no te gustaría que alguien te acogiese? Puede que yo sea el ser sin alma del nuestro piso, pero intento hacer las cosas desalmadamente lo mejor que puedo. "No le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen a ti", creo que también vale en positivo, "hazle a los demás, lo que te gustaría que te hiciesen a ti"; y en este, me hubiese gustado que unas personas desconocidas me hubiesen dado cobijo.

1 comentario:

SirRuso dijo...

Todo eso estámuy bien, pero no traigas más méndigos a casa :-D