sábado, marzo 23, 2013

Fealdad.

Abrió la puerta, y la figura perruna de siempre estaba allí, recibiéndole, moviéndose de un lado a otro, abriendo y cerrando el hocico. Pero había algo raro, no hacía ruido, no ladraba, no emitía sonido alguno. Se fijó bien, en realidad, el can no era normal, estaba extrañamente translúcido, irradiando un color azul brillante, como el de los fantasmas de Casper. De pronto no estaba allí.

Cerró la puerta, dejó atrás el pasillo y llegó al salón, y ahí estaba el perro otra vez. Estaba saltando, estaba moviéndose, estaba ladrando, jugando, corriendo, comiendo, bebiendo, durmiendo, gruñendo, lamiendo... meando... cagando... eructando... persiguiendo gimiendo llorando acurrucándose tumbándose respirandodurmiendoladrandosaltandocomiendoviviendo. Estaba ahí.

Ya no estaba ahí. Alguna vez estuvo, pero ya no. Y no volverá a estar.

Así es la vida. Así es la muerte. Qué feo...

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