domingo, noviembre 20, 2011

Dicen que un día vivió.

... y cayó. El destino cortó su vida de un tajo... en varios, en realidad. Muchos la conocieron, muchos la amaban, muchos la odiaban, a muchos les daba igual; pero la mayoría del mundo ni la conocía. Esa mayoría nunca llegará a conocerla, pues de oídas no es en persona. Era, a ratos sucia, y a ratos limpia, siempre tenía ese afán por crecer que todos buscamos, y según avanzaba, se doblaba su cuerpo y su mente, parte de ella se caía, pero continuaba avanzando, buscando su hueco en el mundo, tocando y reposando en cada nuevo contacto que hacía, con lo natural y con lo artificial. El camino cada vez más difícil, cada vez más lento, pero siempre haciéndolo todo un poco más cálido. Siguió avanzando, hasta que alguien quiso truncar su buen hacer... y cayó.

No es que no se supiera por qué ocurrió lo que ocurrió, no es que fuese bueno, pero a veces, las cosas ocurren. Pero, como todas las cosas buenas, todas aquellas cosas, grandes y pequeñas, que merecen la pena, que dan calor y confortan, que consiguen arrancar sonrisas y debates, volverá. Renacerá como el ave fénix, y una vez más, volverá a elevarse por encima del suelo, y retará a todos de nuevo a que se encaren con ella... ... y volverá a verse atada de nuevo, y volverá a estar encerrada, encorsetada, y pidiendo con lágrimas que irán cayendo al suelo que la suelten; que no eligió estar ahí, que para vivir así es mejor morir y caer... y caer y renacer. El eterno debate de la vida... ¿Pelo largo o pelo corto?

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