viernes, septiembre 04, 2009

La segunda conjuración de las palabras.

Hace mucho tiempo, más de 100 años, todas las palabras del diccionario decidieron unirse y enfrentar a los escritores. No pudiendo ponerse de acuerdo, por discusiones internas (la política y la religión, el sentido con el adjetivo común, y más peleas), tuvieron que volver todas al diccionario, cada una a su celda, y de ese infructuoso pronunciamiento, surgió la fe de erratas.

Hoy, las palabras vuelven a salir del diccionario, no para enfrentarse a los escritores, por su mala utilización, sino para enfrentarse a ellas mismas, a su propia versión desfigurada, que crearon los sustantivos hechiceros llamados: Internet, ordenador y el inocente teléfono, corrompido por el adjetivo móvil.

Sépase, que esta historia me la contó mi buen amigo San Google, que todo lo vio, y tal como me lo describió, lo describo yo ahora a ustedes.

Las palabras, divididas en varios grupos, gracias a orden y separación, consiguieron no pelearse entre ellas demasiado, aunque el prefijo in estaba siempre por ahí dando por culo y haciendo que determinado y preciso discutiesen cuando se ponía delante de alguno (aunque le gustaba ir más con preciso porque así cambiaba un poco su vestuario). Canción y ritmo iban y venían entre todas las palabras para irlas animando (aunque a silencio le tocaban mucho los huevos). Los algunos grupos iban más rápidos que otros, puesto que velocidad o rapidez iban en ellos, mientras que en otros despacio o tocino ralentizaban la acción, y fue realmente difícil mover a dormir y paro.

Después de un buen rato, estaban ya casi todas las palabras reunidas y fuera del diccionario (excepto algunas como siglo y milenio que se tomaban su tiempo para llegar al lugar de reunión). Anunciar usó a voz y se dirigió al ordenador de la mesa:
- Exigimos a las palabras corrompidas que salgan inmediatamente.
- Bueno, no hace falta tanta prisa. – Observó tranquilidad.
- ¡Cállate! – Gritó disciplina.
- Señores, no empecemos como hace un siglo, esperemos a que contesten. – Sugirió memoria.

Y así hicieron, y al rato, empezaron a salir del ordenador algunas de las palabras corruptas, lideradas por xulo. Aunque muchas otras como kobardia se quedaron dentro sin salir.

La lucha no tardó en iniciarse, ataque y guerra fueron los primeros en lanzarse, kañon, yamarada, seguidos de tmb fueron liderados por bataya contra La Alianza del Diccionario. Teóricamente ésta debería ser más numerosa y fuerte que sus no homógrafas versiones, pero las traiciones de error, vago y analfabeto mermaron a las fuerzas del diccionario, a veces convirtiendo a aliados en enemigos, tal fue el caso de lucha, curación e incluso del verbo conquistar y casi todos los adverbios acabados en –mente (lo cual fue terrible, pues ferozmente se convirtió en ferozmnt y era un gran aliado). Por fortuna, corregir se percató rápidamente de esto, y empezó a dar buena cuenta de error y analfabeto, mientras que actividad se ocupaba de vago.

La pelea se alargó durante horas, pero llegó un momento en que tiempo comenzó a cansarse. Y dio la orden a los dos bandos de acabar con la contienda, o se enfadaría y se pararía (aunque sordo y tres palabras que se habían unido para dar lugar a la expresión a su bola tardaron en contenerse).

Gracias a tiempo, la batalla se detuvo en buen momento, pues comenzaban a desaparecer palabras de ambos bandos, y muy especialmente del ejército del diccionario. Muchas palabras perdieron su armadura de h en esta contienda, y la división K del ordenador había destruido a muchos de sus enemigos naturales, las c.
Al final, acuerdo y akuerdo hicieron un pacto, por el cual daban a los escritores la capacidad de utilizar a cada bando cuando quisieran, sin embargo, tendrían trato preferente de uno u otro bando según se usasen sobre el papel o sobre una pantalla, de tal modo que el territorio se dividió en dos.

No obstante, esta se consideró una batalla perdida por parte de La Alianza del Diccionario, pues se sabe que poco a poco van desapareciendo las palabras bien escritas, aunque, todo esto es ahora, puesto que dentro de muchos años, quizás 100, esas palabras corrompidas sean entonces parte del diccionario, pero eso se decidirá, como bien acordaron los dos bandos, por los escritores.

1 comentario:

Pablo Herrera dijo...

Al final la malévola RAE tiene siempre la última palabra.

Ojalá vórtico entre pronto en la Alianza del Diccionario.

Me ha encantado la historia Bichu.

Vórtico

Vórtico

Vórtico

(yo escribo, por tanto soy escritor, y escribo vórtico también en papel, por tanto debe entrar en el Diccionario y ser patrimonio de ambos bandos)