Pero no, vivía en un mundo donde la voluntad solo servía para levantarse por la mañana y para pensar que no estaría de más levantarse a la mañana siguiente, donde volar se hacía con aviones y si no pisabas suelo te metías una hostia, donde cruzar los dedos era una superstición tan vana como meditar cuarenta días ayunando esperando que el plomo se convirtiese en oro, donde gritar una técnica de lucha sólo te hace parecer idiota, donde si conoces la misma canción que otra persona no tienes los cojones de ir a hablarle, donde pasear por un bosque de noche es pasear por un bosque de noche, y donde para ver todas las estrellas en una ciudad tienes que poner una bomba en la central eléctrica más cercana. En general, vivía en un mundo real, de ilusiones, y de camellos que bien podían ser dromedarios, pero que, en cualquier caso, tienen cuatro rodillas.
- Espera, espera ¿Esto no iba a ser una historia divertida sobre cosas estúpidas?
- Bueno, es una pseudohistoria decadente sobre cosas estúpidas.
- Y en qué se parece una cosa a la otra.
- En que las dos no tienen ni puta gracia.
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