Recuerdo que era una noche de luna (cosa normal, porque noche de sol está complicado), no había nadie alrededor, los últimos autobuses ya habían pasado y los guardias estaban haciendo sus rondas. Nadie podía pensar en una sombra, una sombra bamboleada por tumbos alcóholicos y con la firme intención de entrar al recinto cerrado.
¿Por qué saltar la valla, evitar a los guardias y arriesgarse a que algo saliese mal? Por el olvido. El olvido catatrófico de una mochila, y de unos libros dentro de ella, dentro de la facultad.
Como un gato con muelles la valla traspasó, recogió el preciado objeto, y volvió por el mismo camino; sin que nadie advirtiese su fraudulenta presencia.
A.K.A.: He vuelto a cometer allanamiento de morada, pero esta vez por una buena y lógica causa (nada de zombis).
viernes, abril 08, 2011
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