viernes, junio 29, 2012

4 corazones de lechuga con freno y marcha atrás.

La lechuga iceberg del Mercadona es sempiterna. Si extraemos su jugo, lograremos el secreto de la eterna juventud.

lunes, junio 25, 2012

Lluvia de hachas.

En la tranquila villa de Rocanegra nunca se había contemplado un espectáculo igual, no solo era sorprendente, era peligroso. Cuando cayó aquél primer trozo de metal en la plaza principal nadie se lo podía creer, se acercaron lentamente para ver bien qué era. Un hacha, grande, pulida, de dos filos, de guerra ¿Se habría caído de un avión? Era lo más probable, aunque nadie había visto ninguna aeronave en esos momentos. Pronto de dónde había venido el objeto dejó de importar, pues fuera cual fuera su origen, de donde vino ésa venían más.

Aproximadamente un minuto después de que la primera hacha viniera del cielo, cientos y miles de objetos similares comenzaron a caer sobre el pueblo. La lluvia de hachas duró apenas cinco minutos, pero fueron más que suficientes para destrozar casas, coches y todo lo que tuviese la desgracia estar en el lugar equivocado.

Para desgracia del pequeño Álvaro Núñez, una parte considerable de su brazo derecho estaba en el lugar equivocado en el momento en que una de las enormes hachas caía desde el cielo.


En física, para cada acción hay una reacción de igual magnitud y sentido opuesto. La magia no es muy distinta, aunque se suele decir, simplemente, que toda magia tiene un precio.

Mil trescientos años antes del inusual monzón metálico Rocanegra era una suerte de villa reconvertida en fortaleza, que se situaba en el norte de lo que sería conocido como España. El avance de los moros hacia el norte se estaba debilitando en ese tiempo, pero aún tenían suficiente fuerza para conquistar unas cuantas poblaciones más.

Un antepasado del joven Álvaro, curiosamente llamado Alvar, vivía también en Rocanegra. Éste, por medio de un pregón en la plaza del pueblo, se había enterado de la inminente llegada de los invasores, estaban a diez días de la amurallada villa. Todos en el pueblo sabían que no resistirían el envite musulmán, pues contaban con suficientes efectivos como para sitiar y asaltar.

Ante esta situación, las autoridades del pueblo no se ponían de acuerdo, unos decían que debían huir, otros que debían luchar, y otros que debían deponer inmediatamente las armas. Toda la villa estaba envuelta en el caos, aun cuando todavía faltaban diez días para la batalla. Alvar, que contaba con catorce años y una cabeza con demasiados pájaros resolvió que lo único que podían hacer era pedir ayuda ¿Pero a quién? Los pueblos y fortalezas vecinos estaban igual de asustados que ellos, y no se moverían hasta Rocanegra dejando sus hogares desprotegidos. Las únicas ayudas con las que podían contar eran la divina y la mágica, y viendo que la iglesia ya estaba atestada de gente, decidió probar con la ayuda de naturaleza mística.

En el pueblo se contaba que una bruja habitaba por los montes cercanos, se decía que era inmortal, y que poseía extraordinarios poderes, incluso había quien hablaba de que la bruja había sobrevivido a un encuentro con el Gaueko; lo cual, de ser cierto, supondría una hazaña considerable y una verdadera muestra de poder. Alvar se encaminó hacia el monte en busca de la mujer. El camino no era complicado, pero sí tedioso. Partió a la mañana siguiente del pregón, tiempo de sobra para encontrar a la bruja y convencerla de que salvase Rocanegra.

Los lugares por donde la habían visto no estaban demasiado lejos, y pensó que antes de que anocheciera la encontraría, mas no fue así.  Tuvo que hacer noche en el camino. Quedaban ocho días.

A través de sendas menos hospitalarias y tortuosas consiguió llegar a una pequeña cueva donde había huellas recientes. Decidió entrar en la cueva. Ésta era más larga de lo que podía pensar en un primer momento, pues siguió durante unos pocos cientos de metros. Al doblar una esquina la luz proveniente de la entrada cesó, pero una llama aparecía a lo lejos. Según se acercaba pudo ir viendo como la cueva comenzaba a tener un aspecto habitable. Varias mesas y estanterías se encontraban dispersas sin orden aparente, llenas de botes, tarros y algún alambique. Alvar aún no podía ver a nadie. Según avanzaba hacia la llama le llegaba un ligero olor a almizcle.

- ¡Alto ahí! – exhortó una voz unos metros más adelante.

Una figura ligeramente más pequeña que Alvar se levantó de una silla que estaba en la oscuridad y avanzó hacia el muchacho. Al no estar ya protegida por la penumbra, el joven pudo verle la cara. Era una mujer de una belleza y una juventud sublime, muy lejos de la imagen que tenía en la cabeza de las brujas inmortales.
- ¿Quién eres y qué quieres? – preguntó inquisitoriamente. Para sorpresa de Alvar, la voz que salía de la bella mujer parecía la una persona de ochenta años.

- Me llamo Alvar. – comenzó diciendo dubitativo, sin saber cómo orientar su petición de ayuda. – Y vengo a pedirle que nos ayude contra esos perros del sur que vienen a conquistar nuestra tierra. Por favor, nadie más puede.
- Ah… ¿quieres que ayude a tu pueblo? Vienes de Rocanegra, ¿verdad? – Alvar asintió. – Pues creo que no podrá ser muchacho. Aunque pudiera salir más allá de este bosque, cosa que no puedo, no tengo nada que ganar ayudándote.
- ¡Pero los moros la matarán o la esclavizarán!
- Lo dudo bastante, la gente no puede rondar por aquí si yo no lo permito.
- ¿Y cómo he podido entrar yo?
- Te lo he permitido muchachito, tenía curiosidad por saber qué hacía un jovenzuelo como tú sólo por estos lares. – tras decir esto, una sonora carcajada salió de la bruja.
- Por favor, ayúdenos. – suplicó Alvar.
- Mmm…

La bruja miró de arriba abajo a Alvar, con cara de interés. Cerró los ojos y casi al instante comenzaron a titilarle ligeramente, despidiendo un levísimo resplandor por dentro del párpado.

- ¡Ja! Está bien muchacho, te ayudaré. Pero como te he dicho, no puedo salir más allá de mis dominios, así que te enseñaré lo que debes hacer. Esos infieles no llegan aún ¿verdad?
- No, tardarán ocho días a partir de ahora. Dígame lo que he de hacer, por favor, tengo que salvar mi pueblo. – la cara de Alvar parecía más iluminada tras el cambio de opinión de la bruja.
- Bien, tiempo suficiente para enseñarte. Pero recuerda esto, toda magia tiene un precio, un precio que tú has de pagar.
- Haré lo que sea señora… Eh… ¿Cómo debo llamarla? – preguntó interesado Alvar, pues nunca había conocido el nombre de ninguna bruja.
- Mi nombre no te lo diré, conocer el nombre de una persona es darte poder sobre esa persona. La muerte no puede llevarte si no conoce tu nombre. El mío sólo ha sido pronunciado una vez en la vida, y nunca volverá a pronunciarse.
- Eh… vale, está bien, la llamaré “señora”.
- Señorita, por favor. – tras decir esto sonrió, como una jovencita de buena cuna de quince años haría. – Te quedarás siete días aquí, con la primera luz del octavo día volverás al pueblo y los salvarás. Te lo garantizo.

Tal y como había dicho la bruja sin nombre, Alvar se quedó durante los siete días allí en la cueva. Solo salía para recoger algo de comida y agua, y le parecía que la bruja nunca comía ni bebía. Lo que aprendió allí dentro en esos días no se puede describir con exactitud con palabras, precisamente porque lo que aprendió en ese tiempo fueron palabras. Palabras de poder, capaces de esclavizar el tiempo y el espacio. Cada día aprendía una nueva. Y debía aprenderla sin escucharla ni leerla, pues si la escuchabas o la veías perdería su poder. La bruja le explicó que esas palabras solo podría pronunciarlas una vez, después desaparecería su poder y todo recuerdo de haber tenido la palabra en la mente.

- ¿Cuál es el precio de esta magia? – preguntó al segundo día de estudio.
- El precio no es algo que se pueda saber. La magia siempre se lleva algo de igual valor a lo que ha creado o destruido, puede que no sepas qué es, puede que no se le lleve de ti, pero siempre se lleva algo.
- ¿Puedo morir si pronuncio las palabras?
- Sí. Es uno de los precios, si usas las palabras para llevarte una vida, una vida será a cambio lo que se lleve de ti. Puede ser la tuya, o puede no serla.
El último día, tras haber aprendido la última palabra, Alvar se acercó a la bruja, y con cara seria, a la vez que cansada, le preguntó qué motivo tenía para ayudarlo, pues no entendía que es lo que le hizo cambiar de opinión.
- Querido muchacho, eso es algo que no conocerás. Al igual que el nombre o las palabras, el conocimiento es poder, y da un poder inmenso. Solo te diré, que cambié de opinión al observar cómo acabará todo esto.
- No me lo dirás ¿verdad?
- No, no lo haré.

Y ahí se acabó la conversación. Era entrada la noche y Alvar se iría al día siguiente hacia su destino. Extraños sueños tuvo esa noche, eran como recuerdos de una vida que no había vivido. Supo que estaba recordando la vida de la bruja, era larga, muy antigua, le pareció estar recordando eras; al final, justo antes de despertar, viendo como un bebé, que supo que era la bruja, un susurro le llegó y le recitó un nombre.
Minutos después de despuntar el sol, Alvar ya se había puesto en marcha. La bruja estaba sentada en esa silla en la que la vio por primera vez, oscura y silenciosa. Esta vez, le oyó susurrar las palabras: “Suerte, Alvar”.

A Alvar se le estremeció el cuerpo. El nombre es conocimiento, saber el nombre de alguien es tener poder sobre esa persona. No recordaba haberle dicho nunca a la bruja su nombre, y tampoco recordaba que ésta se lo hubiese preguntado. “Es una bruja”, pensó finalmente, las brujas saben cosas.

El aguerrido muchacho consiguió llegar al pueblo antes del ataque. Algunos habitantes habían huido, pero el resto estaba preparado para luchar y resistir.

Con el sol del mediodía un explorador volvió a Rocanegra y avisó que en una hora llegarían los moros. Alvar, ataviado con una pequeña hacha y un casco, subió a lo alto de la torre de la muralla que daba al lugar por el que debían venir los invasores. Finalmente los vio venir. Eran muchos, muchísimos. Unos ocho mil calculó, demasiados para asediar un pequeño que hacía las veces de fortaleza.

El ataque comenzó con una gran lluvia de flechas sobre la villa. Mientras la gente trataba de protegerse, Alvar pronunció la primera palabra, cuya traducción más cercana a la realidad sería “Aire”. Tras esto, las flechas se desvanecieron en pequeñas volutas de humo.

Los musulmanes no se dieron cuenta de lo que ocurrió con sus flechas, así que continuaron con su siguiente paso. Avanzaron hacia la puerta con un gran ariete, mientras algunos de ellos eran asaetados por los pocos arqueros que defendían la muralla. Antes que el primer golpe llegase a la puerta, Alvar pronunció la segunda palabra: “Roca”. En vano trataron los moros de derribar la puerta más de media hora.

Intentaron asaltar la ciudad con escalas, decenas de escalas fueron llevadas a las murallas del pueblo. Mientras cientos de enemigos subían, el aprendiz de brujo pronunció la tercera palabra: “Podredumbre”. Las escaleras de madera se deshicieron en miles de pedazos, y muchos de los enemigos se estrellaron contra el suelo, donde murieron. Los moros no entendieron qué ocurrió con son sus escalas, pero no le dieron más importancia y, viendo que no podían asaltar la ciudad, trataron de quemarla.

Prendieron fuego a la puerta del pueblo y las vigas de madera que pudieron encontrar, esperando que los muros de la fortaleza acabasen por sucumbir. Poco tiempo les duró. “Burbuja”. Y todo fuego desapareció.

Después del último intento fallido, los moros decidieron asediar Rocanegra. Se retiraron unos cientos de metros y comenzaron a montar un campamento. Alvar no lo permitió. “Hambre”. En unas pocas horas, todo el ejército musulmán comenzó a sentirse hambriento. Pero, en lugar de retirarse, decidieron emprender un último ataque. Hambrientos y cansados, consiguieron traer una catapulta, que reservaban para asediar fortalezas más grandes y complicadas de lo que en teoría era esta.

A Alvar sólo le quedaban dos palabras, y tenía miedo de usarlas de forma ofensiva por temor a que la magia se cobrase el precio con su vida o la de sus vecinos. Así que resolvió no usarlas de ese modo. Los enemigos montaron una gran roca en la máquina. “Grito”. Esa roca, y todas las enormes rocas que tenían los moros estallaron en mil pedazos. Sólo quedaba una palabra, pero los atacantes no parecían cejar en su empeño de tomar la villa. Estos, desesperados, montaron en la catapulta todas armas que tenían de reserva, que habían sido robadas a los que habían derrotado tiempo atrás. Llenaron la catapulta con hachas… y las lanzaron.

- ¡Tiempo! – gritó Alvar.

La mortífera lluvia de acero desapareció en el aire, con un destino desconocido para todos los que presenciaron el milagro.

Los musulmanes, sumidos en la impotencia y hambrientos, decidieron retirarse. Rocanegra había sido salvada. Alvar se preguntaba qué precio había pagado por cada una de las palabras pronunciadas, sin embargo, no pareció que nada raro hubiese pasado (más allá de la magia que él había utilizado).

Mil trescientos años más tarde acontecía la increíble lluvia de hachas en el Rocanegra actual. El brazo seccionado de Álvaro Núñez, descendiente de Alvar, yacía en el suelo. Álvaro no tardó en morir desangrado.

Si hubiese vivido, el pequeño Álvaro se hubiese convertido en un diplomático de renombre, que hubiese luchado y abogado por integración de las personas que profesan la fe musulmana en España, evitando así muchos conflictos, y haciendo la vida de la gente más feliz. Todo por seguir su modelo de héroe, que no era otro que su antepasado, del que tantas historias de valor se contaron. Sin embargo, toda magia tiene su precio, aunque se cobre cientos de años en el futuro, y Alvar, sin saberlo, se lo hizo pagar a su descendiente y a cientos de personas que no tuvieron la suerte de conocerle.

No solo la magia tiene consecuencias inesperadas, también las intenciones. Aunque Alvar salvó a su pueblo, y a sus habitantes, gracias a sus buenas intenciones, condenó al mismo pueblo, en el futuro, a sufrir el mal que él había evadido. Fue incapaz de comprender el concepto de poder de las palabras. La bruja conocía todas las palabras, pues no había pronunciado nunca ninguna.

domingo, junio 24, 2012

Una cosa menos en la lista.

He ido subido en una carroza el día del orgullo gay.

viernes, junio 22, 2012

Bajezas.

Bichu:
Es que eso no es de colega.

Señor Gris Bala:
Ella no quiere ser tu colega, quiere ser tu chocho.

jueves, junio 21, 2012

El alcohol es lo que tiene...

He conseguido quedarme dormido en el váter mientras cagaba, con la cabeza apoyada en el lavabo.

martes, junio 19, 2012

lunes, junio 18, 2012

"La tierra de un dios que no supo aceptar su falso derecho a la libertad."

Hay cierta cosa que no acabo de entender de la destrucción de Sodoma y Gomorra. En teoría dIOS los castigó por sus pecados (depravaciones sexuales al parecer), y cogió y con su infinita bondad les envió una lluvia de fuego y azufre que destruyó no solo estas dos ciudades, sino otras dos que estaban por ahí. La bIBLIA, para ejemplificar un poco esto, te cuenta la historia de Lot, un hombre bueno y justo que vivía de inmigrante en Sodoma. dIOS lo quiso salvar y envió a dos ángeles muy guapos a su casa para avisarle de la inminente destrucción. Los ciudadanos de la impía Sodoma vieron a estos hermosos asexuados y le dijeron a Lot que los sacase de su casa para que entre todos pudiesen follárselos a gusto.Cabe destacar que Lot no sabía todavía que eran ángeles y que los invitó por la cara a su casa.

Bueno, hasta aquí todo normal... hombre bueno, ciudadanos depravados y ángeles. Lo chachi viene en la respuesta que les dio Lot a los ciudadanos, que fue algo como: "No, no os folléis a los tíos estos que no conozco. Follaos a mis hijas, que son vírgenes."

Vale que los sodomitas fueran unos hijos de puta. Pero tío, ofrecer a tus hijas para que una muchedumbre se las folle no lo veo yo del todo loable.

domingo, junio 17, 2012

PATO.

Quién fuera pato
para nadar, nadar por todo el mundo,
pato para viajar sin pasaporte
y repasar, pasar, pasar fronteras,
como quien pasa el rato.
Pato.
Patito vagabundo.
Plata del norte.
Oro del sur. Patito danzaderas.
Permitidme, Dios mío, que sea pato.
¿Para qué tanto lío,
tanto papel,
ni tanta pamplina?
Pato.


Mira, como aquél
que va por el río
tocando la bocina...

Blas de Otero




Me he encontrado este poema en una antología poética de cuando era pequeño. No recordaba el poema... ¡con lo que me gusta el animal!

miércoles, junio 13, 2012

Personalidad.

- No me gusta seguir un horario prefijado, tener que hacer las cosas cuando me las digan, ni seguir las reglas normalmente establecidas.
- Ah... Eres un ente libre.
- No. Soy un ente vago.

viernes, junio 08, 2012

Solemnidad

"La esencia de cada hombre se esconde en sus costumbres". B.K.

Y ésa es la forma bonita de decir que soy un puto vago desde que nací.

lunes, junio 04, 2012

Slapstick.

Por fin he conseguido electrocutarme mientras cambiaba una bombilla subido a una silla.

Me he caído de la silla directo en el sofá.

Llega a estar la escena en blanco y negro y soy parte de una película muda de los años 20.

domingo, junio 03, 2012

Maldad, profunda maldad.

"Hola, este es mi amigo Borja, es maricón, y le gusta recibir. He pensado que querríais conoceros. Adiós"

Que te presenten así a un gay que te ha estado mirando toda la noche es pura maldad.

viernes, junio 01, 2012

El Bichu borracho en el ojo del tigre.

Y eso es lo que pasa cuando escribo entradas borracho...